Era finales de junio…¿de qué año?...¡a saber!
Sé lo primero, porque hacía calor (aunque eso no es definitivo en
Fortuna) y porque, con lo que paso a relatar, cerrábamos el “curso escolar”, un año de esfuerzos
ímprobos para conseguir aprendernos de memoria los “afluentes, por la derecha, del Tajo” y la lista extravagante de los
“reyes godos”. Añádanle algunas
escenas de la “Historia Sagrada” (¿)
y tendrán una idea bastante exacta del “currículum”.
La escuela era “unitaria”, lo
que quiere decir que allí medrábamos niños y mozalbetes de todas las edades.
Así que, los pequeños, oíamos embelesados (con un poco de terror) el “Teorema de Pitágoras”, los diferentes
tipos de eclipse, los “quebrados”…
Por cierto, un “quebrado”, en
Fortuna y toda la contorná, era un “herniado”
y llevaban una faja precisamente allí donde los interiores amenazaban con
exteriorizarse.
Pues eso…Oíamos “quebrados” y “división de quebrados” y nuestra
imaginación era incapaz de hacerse una imagen adecuada. Así pasábamos los días:
haciendo esfuerzos por asimilar el desorden cósmico.
Antes, me veo obligado a decir algo acerca del “sistema educativo” imperante en aquel desierto:
Primero se pasaba por la casa de alguien a quien dios (¿) le había dado
la vocación, pero el Estado se la había arrebatado de raíz; allí aprendíamos a
estar sentados (en el suelo, alrededor del docente…como en las madrazas del
siglo XV) y a temer a la vara de avellano.
Las vocales venían solas: ¡Ay!...¡Ui!..¡Oh!...¿eh?...Con las consonantes,
nosotros, los murcianos, somos bastante dejados y las confundimos o,
directamente, nos las comemos (¡de algo había que alimentarse!).
Después pasabas a la clase de los “cagones”.
Hay que tener en cuenta (cosa importante para la historia que contaré) que no
había “retretes”en las casas, ni agua corriente…y, a duras penas, la suficiente
electricidad para encender una sencilla bombilla… ¡como no habían
electrodomésticos!...Todos los solares estaban atestados de deposiciones de los
esforzados alumnos de este nivel educativo.
Como consecuencia ocurría (¡lo aseguro!) que un olor conocido se extendía
por el “aula”…Alguien había dejado la
cartera (de cartón) encima de uno de nuestros restos y se lo había llevado
enganchado a seguir la lección: “Afluentes,
por la izquierda, del Tajo”.
El tal era expulsado, con gran regocijo de todos (y de él el primero).
El “tercer grado” era la
escuela de los “meones”, que ya
habían superado la “fase anal” y se
entrenaban en “¡A ver quien mea más lejos!”. Aquí ya se exigía el conocimiento de
todos los afluentes…En Fortuna el agua era una idea. Tanto
afluente nos enloquecía. Nos costaba esfuerzo imaginarnos un río…¡imagínense
vds. un afluente!.
Una vez llegó el Gobernador Provincial y, cosa normal, se dirigió a los fortuneros desde el balcón del
ayuntamiento. Prometía el oro y el moro…pero se pedía “¡¡Aguaa!!”...Bocas
desdentadas (por olvido de la función) abiertas como Cosmos Hesiódico, clamaban por que se
hiciese, de una vez por todas, realidad una idea.
Clamaban, sin saberlo, por un ejemplo concreto del sistema hegeliano.
La cosa tardó…pero una tarde, en presencia de todo el pueblo, surgió un
chorro de agua, grueso y blanco, como muslo de actriz. Al poco tiempo se
secó…Dio para una cosecha de habas.
De ahí pasábamos a la “unitaria”,
en donde se imponía un repaso general, para establecer los niveles. Y en donde
el desorden se concretaba y enraizaba.
En todos los niveles nos daban algo: queso, leche (llevabas el vaso de tu
casa con un sobrecito con azúcar y canela) o alguna chuchería…dependía de la
política internacional.
Pues, eso…que era finales de junio y como colofón de ese estresante curso
escolar, el maestro (tenía contactos en la capital) nos prometió que vendrían
los de la “Radio“ y tendríamos la
oportunidad de hacernos oír. El radio de
acción se limitaba a lo que diera de sí el altavoz, colocado en la torre de la
iglesia…En realidad no era “Radio” ni ná, era, simplemente un micrófono
amplificado y conectado a un altavoz de aquellos que parecían conos huecos. Un
megáfono, vamos.
No hacía muchos años que se había estrenado con notables éxito la
película “Historias de la radio”…así que, para nosotros,
aquello que estábamos a punto de vivir, representaba un verdadero
acontecimiento (¿premonitorio?). Años más tarde y, gracias a que nuestra
experiencia radiofónica dio por superada la etapa de la radiofonía (al menos en
aquellas tierras), se rodaba en Fortuna (Balneario) la inolvidable (¡¡)
película “Historias de la Televisión”,
famosa en el mundo entero por el apabullante éxito: “Una chica yé-yé”…¿la
recuerdan vds.?...
La siguiente etapa fue la llegada del hombre a la luna…¡Así de rápido
iban las cosas!
Así que quien quisiera podría prepararse alguna cosilla y hacer las
delicias de las familias que, embelesadas, oirían los “primeros pasos” de sus hijos en esto del espectáculo.
Llegó el día y la hora: respecto al día ya he dicho lo que tenía que decir…respecto a la hora: ¡las cuatro de la tarde!...plena siesta africana. El aire reverberaba. Los perros, lengua fuera, esperaban la caída del sol en la escasa sombra de los balcones…y como el sol va recorriendo su camino, los perros no paraban quietos. ¡Tanta era su ansia de sombra!


Los aparatos se situaron detrás del altar mayor de la iglesia
parroquial…en lo que debiera ser el ábside. Allí en unos dos metros cuadrados y
a 520º Fahrenheit, estábamos lo mejor y más granao de la “unitaria”…a más de los técnicos, el maestro y el sacristán (que se
iba bebiendo, a escondidas, el contenido de las vinajeras).
Yo, demosténico tartamudo, preparé aquello de :”Polvo, sudor y hierro…¡El Cid cabalga! (…) y el conde de Benavente , si
él es el duque de Borbón”. Mis esfuerzos por superar los obstáculos
consonánticos…se vieron recompensados por la emoción que desprendía mi
recitativo. Mi madre lloró y la tía Josefa la de los “pavicos”…me besó como si
hubiera salido ileso de un accidente mortal por definición.
El número estelar (¡quién lo iba a decir!) corrió a cargo del “Ratica”, pequeño, carbonizado,
abisinio…incapaz de memorizar los (ninguno) afluentes, por la derecha, del
Segura.
--Yo voy a cantar una canción de
Antonio Molina (¡¡) que se llama: “Una paloma blanca”…¿Puedo dedicarla?
--Naturalmente…En Radio Juventud de
Murcia…etc…etc…
--Bueno, pues se la dedico a Ortega
que estará cagando en la puerta de su casa.

La dedicatoria salió del campanario de la iglesia, y “regalimando” (¿Chorreando?...¿dripeando…a lo Pollock?), entró, directamente, en el retorcido laberinto de la oreja izquierda del destinatario que, en efecto, en posición africana, hacía lo que el artista había previsto que estuviera haciendo. Cuando el mensaje alcanzó el tímpano y propagó sus ecos por el martillo y el yunque, el sedente se sintió conmocionado por una alegría interior y no pudo menos que exclamar:


La dedicatoria salió del campanario de la iglesia, y “regalimando” (¿Chorreando?...¿dripeando…a lo Pollock?), entró, directamente, en el retorcido laberinto de la oreja izquierda del destinatario que, en efecto, en posición africana, hacía lo que el artista había previsto que estuviera haciendo. Cuando el mensaje alcanzó el tímpano y propagó sus ecos por el martillo y el yunque, el sedente se sintió conmocionado por una alegría interior y no pudo menos que exclamar:
--¡Olé tu maere! . Y perdió el equilibrio.
Tras la dedicatoria, empezó: “Una
paloma blanca...como la nieve….(…)” y
aquí sí que el abisinio dio todo lo
que tenía dentro. Las frases melismáticas recorrían, a vista de pájaro, las
calles, las plazas…volaba como un cometa de Pascua… ¡hasta los perros alzaron
la vista!.
Aún hoy, después de tantos años, se las ve pasar, muy de vez en cuando,
en las tórridas tardes de verano: “Una
paloma blanca…como la nieve…”
Hay que decir que en Fortuna el deporte “nacional” es la colombicultura. Así que estamos acostumbrados a ver
cuadrillas de desocupados palomeros siguiendo con pasión los giros y los “saques” de sus palomas favoritas. Sin embargo, ante
la “paloma blanca” se descubren y se
embocan la bota…¡siempre dispuesta!
El chascarrillo ha pasado de generación en generación. Ortega, parado de
larga duración, sufre en silencio cada vez que se brinda (porque así es la
cosa):
¡ A la salud de Ortega que estará cagando en la puerta de su casa!
Dentro de generaciones, cuando se pierda la conexión física, el brindis
seguirá su curso y fosilizará…De momento está en carne viva.
Otro recitó aquella, para nosotros incomprensible (¿lluvia tras los
cristales?… ¿estudian Monotonía?) poesía:
“Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
El pobre recitador se quedó parado en “lluvia tras los cristales” y no podía seguir. Repetía el verso como una jaculatoria…Tal fantasmal imagen había creado un nudo en su escasa imaginación que necesitó de un psicoanalista que lo desencallase. La frase volaba por el aire recalentado y crepitaba como el agua crepita sobre el aceite hirviendo. Los oyentes, desconocedores de lo hecho por Orson Welles, corrieron a las ventanas (sin cristales) y una luz atómica, los cegó hasta la hora de cenar.

El pobre recitador se quedó parado en “lluvia tras los cristales” y no podía seguir. Repetía el verso como una jaculatoria…Tal fantasmal imagen había creado un nudo en su escasa imaginación que necesitó de un psicoanalista que lo desencallase. La frase volaba por el aire recalentado y crepitaba como el agua crepita sobre el aceite hirviendo. Los oyentes, desconocedores de lo hecho por Orson Welles, corrieron a las ventanas (sin cristales) y una luz atómica, los cegó hasta la hora de cenar.
